Camilo Herrera Mora

El enorme reto con la clase media

Economista y filósofo. Presidente de RADDAR Consumer Knowledge Group y del Moskowitz Institute. Profesor de las universidades de Georgia, Michigan, Politécnica de Valencia, de New York y el CESA. Autor de 17 libros y columnista de opinión en diversos medios económicos y de mercadeo.

Ha sido enorme el logro de Colombia en reducir la pobreza, pero es mayor aún el reto de consolidar la clase media que se ha creado, y en ello deberían concentrarse las políticas públicas y privadas, como lo hacen los hogares cuando compran su primera moto, carro o casa y pagan mes a mes las cuotas de la deuda, haciéndole mantenimiento a su nuevo patrimonio.

Definir clase media es muy complejo, porque el origen del concepto viene desde las escuelas sociológicas de pensamiento proletario de Marx y Engels, lo que hace que siempre se termine más en la necesidad de mostrar una “lucha de clases”, que un indicador económico funcional.

Por eso, es mejor pensar una definición muy práctica: ser de clase media consiste en no ser rico ni pobre; ser rico es ser dueño de los medios de producción o de rentas que otros pueden producir, y ser pobre es carecer de propiedades e ingresos que permitan construir riqueza. En la mitad de estos dos, se encuentra un grupo que comienza a hacer su patrimonio por medio de su ingreso y de créditos bancarios.

Cabe anotar que al hablar del patrimonio de las personas, se debe tener mucho cuidado con el valor de la tierra, porque cerca del 50% de las familias colombianas son dueñas de su vivienda, pero, de estas, cerca del 23% son pobres: tener vivienda no es ser rico, ni ser de clase alta, es simplemente tener una propiedad por la que ya no pagamos un arriendo, pero esta puede ser muy pequeña y de poco valor.

La clase social es más una percepción que una realidad, es fundamental comprender esto para poder usar el concepto como un indicador de política pública y no como un mecanismo de entrega de subsidios en el que algunas personas preferirán decir que son “pobres” para ser sujeto de beneficios y compensaciones, pero “no pobres” para pedir un crédito al banco.

Encuesta de Calidad de vida
2008
2017
¿Se considera pobre?
54,3%
29,6%
Cobertura de servicios públicos
71,2%
75,0%
Propiedad de la vivienda
51,0%
49,1%
Los ingresos no alcanzan para cubrir los gastos mínimos
40,3%
34,7%
Fuente: DANE

Según la Encuesta de Calidad de vida del DANE, la sensación de pobreza ha disminuido de manera importante pero sin cambios significativos en el resto de las condiciones, con excepción de una mejora en la percepción sobre la capacidad que tiene el ingreso de cubrir los gastos mínimos. En comparación, la tasa de desempleo en 2008 fue de 11,3% y en 2017 de 9,4%, lo que evidencia la importancia del empleo en estas percepciones.

Si a usted le preguntarán de qué clase social se considera, seguramente tendría dificultades para responder porque no tiene claro qué significa eso; lo mismo le pasa a otros colombianos que enfocan sus respuestas en una posición social o una percepción de ingreso y riqueza, más que en una realidad, con una fuerte influencia del estrato socioeconómico en el que se vive; adicionalmente, hay “ricos” que viven como “pobres” y “pobres” que viven como “ricos”.

¿De que clase social se considera usted?


Clase baja

Clase media baja

Clase media normal

Clase media alta

Clase alta
Bogotá
5,8%
27%
52,9%
8,2%
6,2%
Medellín
8,1%
31,4%
29,1%
19%
12,5%
Cali
13,3%
20,9%
51,3%
9%
4,8%
Barranquilla
34%
8,4%
41,4%
6,2%
9,1%
Bucaramanga
13,8%
18,8%
56,7%
6,5%
4,3%
Ciudades
10,4%
24,7%
47,5%
10,1%
7,2%

¿En que estrato socioeconómico vive usted?


ESE 1

ESE 2

ESE 3

ESE 4

ESE 5

ESE 6
Bogotá
5,8%
26,9%
52,9%
8,2%
6,2%
6,2%
Medellín
8,0%
29,7%
31,8%
11,0%
15,5%
3,9%
Cali
14,3%
26,8%
36,5%
12,8%
8,5%
1,5%
Barranquilla
29,2%
20,1%
28,3%
12,8%
8,5%
1,5%
Bucaramanga
21,6%
31,5%
30,5%
8,9%
5,0%
2,5%
Ciudades
15,8%
28,9%
34,3%
11,1%
7,1%
2,7%

Por esto, es importante entender por qué nuestra clase media crece: es por la nueva familia colombiana.

Cuando hablamos de familia, es común pensar en un “Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”, como dice la Real Academia de la Lengua, pero esta es una visión muy corta del concepto funcional que tiene hoy, ya que se limita a la cuantificación de las personas y no a su cualificación.

Los hogares de hoy son similares en cantidad de personas a los de hace 10 o 20 años: familias de cuatro personas, dos padres y dos hijos, pasaron de 3,7 a 3,3 personas por hogar en diez años; pero lo diferente, son esas personas de 2008 o de 1998 frente a las de 2018.

2008
2017
Población
43.175.000
47.846.000
Hogares
11.659.000
14.351.000
Ocupados
17.048.000
22.803.000
Porcentaje de empleados formales
49,5%
53,3%
Desocupados
2.144.000
2.177.000
Personas por hogar
3,70
3,33
Salario promedio corriente anual
$19.041.462
$26.147.105
Ingreso por hogar anual
$28.363.685
$40.249.477
Gasto por hogar anual
$29.802.380
$15.723.531
Deuda anual de los hogares con los bancos
$5.585.402
$15.723.531
Índice de precios al consumidor
100,00
138,85
Escolaridad media
6,5
8,2

Sin duda, lo más notable es el aumento de la escolaridad media, un enorme logro que asegura una mejora en el ingreso de los hogares a mediano plazo; además, es de destacar que la economía ha tenido capacidad de dar trabajo a la población, pese a los 2 millones de desempleados que se mantienen en el tiempo y a que la informalidad laboral cedió ligeramente.

Esta comparación arroja otros dos factores fundamentales que ponen en riesgo la consolidación de esta clase media ascendente: el bajo crecimiento del ingreso real de los hogares y el aumento del endeudamiento bancario.

El crédito es un buen indicador de desarrollo, ya que deja ver que hay más acceso a los bancos, particularmente para la compra de vivienda y de vehículos, pero su dinámica debe ser vigilada para evitar un problema de mediano plazo.

El aumento del ingreso se vio golpeado por la inflación de 2016 principalmente, y esto hace que el crecimiento sea menor, ya que en los últimos dos años su evolución fue baja; mas, dentro de estas mismas cifras, se encuentran dos fenómenos ocultos: la menor tenencia de hijos y los empleados por familia que pasaron de 1,4 en 2008 a 1,6 en 2017, esto significa que para mantener el nivel de ingreso de hace 10 años cada vez deben trabajar más personas por hogar, pese a que los hogares son más pequeños.

En resumen, entre 2008 y 2017 la familia colombiana se redujo en tamaño, mantuvo su ingreso real, aumentó su gasto, sus horas trabajadas, su deuda y su escolaridad, sin contar con que aumentó de manera importante la penetración de internet y de la tenencia de mascotas.

Facilitar ingresos que permitan a la población cubrir más que las necesidades básicas, es un reto para el país y puede lograrse a través de la formación.

¿Cómo crecer y consolidar la clase media en Colombia?

Muchos están de acuerdo en que es prioritario reducir la pobreza, aumentar y consolidar la media, y crecer y fortalecer la clase alta como fuente de capital, por eso el debate no radica en el “qué” sino en el “cómo”.

Para cada uno de los segmentos las acciones son diferentes, pero complementarias.

¿Cómo reducir la pobreza?

Es fundamental aumentar el ingreso de la población de bajos ingresos para que destine más recursos a mejorar sus condiciones de vida con muebles y electrodomésticos que permitan una mayor salubridad en los hogares; el gobierno debe enfocar sus esfuerzos en el aumento real del salario mínimo, la formalización del empleo, la cobertura de servicios públicos y los subsidios a los servicios domiciliarios, salud y educación, entre otras acciones que permitan a los jefes de hogar destinar su ingreso a mucho más que cubrir el gasto básico. En este punto, las Cajas de compensación son una herramienta fundamental de redistribución del ingreso, por los mecanismos que permiten a los hogares acceder a educación, cultura, deportes y recreación con tarifas diferenciales y por medio de actividades de compensación convencionales.

La formación es fundamental porque buena parte de la población “pobre” no tiene la capacitación requerida para la demanda laboral debido a que son campesinos, personas mayores, desmovilizados e incluso migrantes de diversas comunidades indígenas y afrodescendientes. Pero lo más difícil para reducir la pobreza, es demostrarle a estas personas que deben salir de ella. Aunque suene equivocado, son muchos los que están cómodos en esta situación porque se acostumbraron a ella y esperan que el aparato estatal los subsidie, pero cada subsidio que se le da a una persona que no desea mejorar, es desperdiciado. Esta es la trampa de la pobreza: el asistencialismo y la visión de corto plazo sobre la vida.

¿Cómo crecer y fortalecer la clase alta?

Es necesario que el país dé un paso grande para comprender que ser “rico” no es malo y es un objetivo positivo como proyecto de vida. Algunos colombianos piensan que la generación y acumulación de capital es un “pecado”, y esto limita el crecimiento del aparato productivo y, por ende, la velocidad del desarrollo. Las personas que buscan el éxito en los negocios tienen características comunes: disciplina, constancia y foco; y en Colombia existe un factor adicional, el deseo de mejorar. La mayoría de las riquezas de hoy en el país se crearon en los últimos 60 años, como es el caso de Arturo Calle, Crepes & Waffles, e incluso de Almacenes Éxito, que demuestran que en el país es posible hacer empresa y riqueza.

Para esto, el Estado debe definir las líneas de crecimiento de la economía a largo plazo, crear incentivos para que las inversiones se focalicen en esos sectores y para que los emprendedores y empresarios aprovechen estas oportunidades y generen capital y valor. Esto es fundamental para el sistema de compensación porque la formalización es fundamental en el esquema de redistribución del ingreso.

Ahora bien, en cuanto a aumentar y consolidar la clase media, el tema tiene un fenómeno particular: la percepción de escasez y abundancia.

La generación de mayores de 55 años vivió en una Colombia donde abundaba la escasez, y los menores de 35 viven en un país donde la escasez es escasa. Por esto, de forma coloquial, se dice que “los hijos son de mejor estrato que sus papás”. El tema demográfico es un vector fundamental en este proceso, ya que hoy tenemos por lo menos cuatro generaciones al tiempo con percepciones diferentes sobre el largo plazo de la economía nacional, donde los mayores tienden a ser más negativos y los más jóvenes, más positivos, como siempre ha pasado.

El foco de las políticas públicas por ingresos se asemeja a un partido de fútbol. Para evitar recibir el “gol de la pobreza”, se requiere una defensa sólida y un medio campo, poblado y consistente que permita que los “delanteros” aprovechen la jugada de los “creadores” para meter los “goles de riqueza”. Así, entre más clase media tengamos, será más difícil que la pobreza nos pueda meter un gol, y más probable que nosotros metamos los goles. El problema está en cómo mantener a esa clase media fuerte y consolidada frente a los ataques que se dan en el partido.

La formalidad, el primer frente de ataque

Los colombianos, por costumbre y hábito, hacemos muchas cosas como se hacían antes, sin considerar que las hacíamos porque no había más opciones y se hacían por un “mientras tanto”, que tradicionalmente termina siendo permanente. Un buen ejemplo son las tiendas de barrio, que fueron un motor económico fundamental para generar empleo a las poblaciones que migraron a las grandes urbes, pero que hoy deberían formalizarse ante la amenaza de nuevos formatos de cercanía, como los hard discounts.

El segundo frente es la formalidad laboral, que no solo viene del “abuso” de los empresarios, sino de la aceptación de las personas de trabajar “por debajo de la mesa” para evitar pagos de ley que reducen el ingreso presente, pero ayudan a asegurar un ingreso futuro.

Un tercer frente es la bancarización, que solo es posible en un entorno de formalidad, ya que los bancos solo pueden dar crédito a las personas que están en el marco de la ley.

Y finalmente, existe un espacio donde hay enormes oportunidades pero en el que poco se trabaja desde las políticas públicas: el aumento de la confianza entre las personas. Colombia tiene uno de los índices de confianza interpersonal más bajos del mundo, lo que desencadena que hacer negocios en el país sea muy complicado y con excesiva normatividad.

Históricamente nos hemos programado para desconfiar de los demás y para capturar rápidamente las oportunidades, incluso pasando por encima de los derechos de los demás. Esta estructura de valores limita de manera importante el desarrollo económico. En este punto, la clase media es la solución al problema porque, a diferencia de otros segmentos, quiere mejorar continuamente su calidad de vida, comenzando por el ingreso y el patrimonio, hasta llegar a un estado de bienestar moderado, que no es riqueza, sino un estado de calma financiera. Este ha sido el motor del desarrollo de muchos de los países industrializados porque la demanda causada por bienes y servicios por esta clase, que quiere estar mejor, genera un entorno para el crecimiento empresarial y la cohesión social.

Estamos en el momento de comprender que ya pasamos la adolescencia como país, y que debemos dejar atrás a “papá Estado” y comenzar a tener nuestras propias metas y nuestros propios caminos. La clase media tiene la libertad suficiente para mejorar continuamente su calidad de vida, a costo de su propio esfuerzo, y a sabiendas de que ya otros dependen de ella, como ella dependió de otros, en algún momento.

Creemos en los vínculos y las relaciones que dan felicidad